Escuelas cerradas: grandes y desiguales pérdidas de aprendizaje en ALC

Por Luis Felipe López-Calva
Subsecretario General Adjunto de la ONU y Director Regional de América Latina y el Caribe

COVID-19 ha tenido un costo significativo en la educación. Para contener la propagación del virus, muchos gobiernos tuvieron que tomar la difícil decisión de cerrar escuelas presenciales. Esta fue una medida necesaria y que salvó vidas en muchos contextos. Sin embargo, no estuvo exento de sus propios efectos adversos. Los cierres prolongados de escuelas trajeron una multitud de desafíos para los estudiantes, que van desde el acceso interrumpido a las comidas escolares hasta el deterioro de la salud mental, junto con las pérdidas de aprendizaje relacionadas con la programación de educación a distancia. Todos estos tienen implicaciones críticas para los resultados del capital humano de los estudiantes. A medida que las escuelas están comenzando a reabrir en muchos países de la región de América Latina y el Caribe (ALC), es importante hacer un balance de lo que estos cierres de escuelas han significado para los estudiantes y lo que podrían significar para ellos en el futuro. Este #GraphForThought se centra específicamente en los resultados del aprendizaje de los estudiantes.
En comparación con otras regiones del mundo, ALC ha enfrentado algunos de los cierres de escuelas más largos durante la pandemia.
Según datos de la UNESCO, en promedio, las escuelas en los países de ALC estuvieron cerradas totalmente o parcialmente durante 48 semanas.
Solo la región de Asia del Sur se enfrentó a cierres medios más prolongados. Sin embargo, dentro de la región de ALC, hay mucha heterogeneidad: desde 69 semanas de cierres en Bolivia hasta solo 13 semanas de cierres en Aruba. En general, las escuelas de los países de América Latina tendían a afrontar cierres más prolongados que las de los países del Caribe.

Como las escuelas presenciales permanecieron cerradas, los niños tuvieron que aprender desde casa a través de plataformas de aprendizaje a distancia, incluidas las aulas en línea, la televisión y la radio. Durante mucho tiempo hemos estado discutiendo los impactos potenciales de este cambio para los estudiantes, particularmente en el aumento de las desigualdades en los resultados educativos. Como expliqué en un #GraphForThought anterioresto tiene el potencial de profundizar la desigualdad intrageneracional (por ejemplo, ampliar la brecha entre los estudiantes que tienen acceso a las tecnologías digitales y los que no) y reproducir las desigualdades intergeneracionales (por ejemplo, a través de las diferencias en el apoyo al aprendizaje en el hogar que reciben los estudiantes en función del nivel de educación de sus padres). Pero ¿qué dicen los datos sobre los impactos reales en el aprendizaje? ¿Cuántos años de aprendizaje han perdido los estudiantes y cómo difiere esto entre los hogares?

Utilizando los resultados de un artículo que escribí recientemente en colaboración con Luis Monroy-Gómez-Franco (City University of New York / Centro de Estudios Espinosa Yglesias) y Roberto Vélez Grajales (Centro de Estudios Espinosa Yglesias) sobre “Los efectos potenciales de la pandemia COVID -19 sobre el aprendizaje ”, este #GraphForThought se centra en responder a esta pregunta. Si bien el documento se centra en México, dada la disponibilidad de datos, las preocupaciones planteadas por los resultados del documento se aplican de manera más general al resto de la región. Tenga en cuenta que en el artículo estimamos las pérdidas de aprendizaje tanto a corto plazo (dada la pérdida directa de escolaridad de los estudiantes) como a largo plazo (dados los efectos acumulativos de esta pérdida). Es importante recordar que muchos de los costos de la pandemia podrían quedarse con nosotros durante mucho tiempo, e incluso agravarse, si no ideamos suficientes soluciones políticas.

El gráfico a continuación muestra las pérdidas de aprendizaje estimadas a corto y largo plazo para un estudiante de sexto grado en tres “escenarios de casos de políticas” diferentes (dependiendo de qué tan efectivas se supone que son las políticas de educación a distancia). Incluso en el mejor de los casos (asumiendo que la instrucción remota es un sustituto perfecto de la instrucción presencial), encontramos que los estudiantes perdieron el equivalente a 0.3 años de aprendizaje a corto plazo, acumulándose en 1.3 años de aprendizaje a largo plazo. En el peor de los casos (asumiendo que la instrucción remota era lo mismo que no asistir a la escuela), encontramos que perdieron el equivalente a 1 año en el corto plazo, acumulándose en 2.1 años en el largo plazo. Al explorar estos resultados para diferentes regiones subnacionales, observamos el impacto desigual de la pandemia, con algunos hogares que tienen más mecanismos para compensar el aprendizaje en línea, y encontramos que los estudiantes del Sur (que es la región más pobre del país) enfrentan pérdidas de aprendizaje mucho peores que los estudiantes de otras regiones.

A medida que los estudiantes regresen a la educación presencial en ALC, debemos recordar que regresarán con diversos grados de pérdida de aprendizaje. No podemos simplemente volver a la normalidad, asumiendo que los estudiantes han aprendido como de costumbre. Porque no lo han hecho. Más allá de los desafíos de la educación a distancia, los estudiantes han sufrido muchos otros desafíos que pueden haber afectado su aprendizaje, incluida la posible pérdida de uno de sus padres o del cuidador. Para recuperarse de la pérdida individual y social debido al cierre de escuelas de COVID-19, nuestra región necesita acciones compensatorias decisivas, inversiones y estrategias específicas para prevenir impactos regresivos a largo plazo. Esto incluye políticas como capacitar a los maestros sobre cómo acelerar el aprendizaje entre los estudiantes que se están quedando atrás, desarrollar la capacidad de las escuelas para apoyar las nuevas necesidades socioemocionales de los estudiantes y construir la infraestructura para prevenir interrupciones futuras. Estas políticas también deben ser sensibles a las grandes diferencias en la forma en que estos desafíos se manifiestan a nivel subnacional y de hogares.

Informe del Lancet Countdown sobre la salud y el cambio climático, 2018: dando forma a la salud de las naciones en siglos venideros

El Lancet Countdown: monitoreando el progreso sobre la salud y el cambio climático se estableció para proporcionar un sistema global e independiente de seguimiento dedicado a investigar la magnitud del impacto en la salud y la respuesta al cambio climático. El Lancet Countdown monitorea 41 indicadores en cinco áreas: impactos, exposiciones y vulnerabilidad al cambio climático; adaptación, planificación y resiliencia de la salud; medidas de mitigación ante el cambio climático y sus co-beneficios en la salud; economía y finanzas; y compromiso público y político.

Este informe es el producto de una colaboración entre 27 importantes instituciones académicas, la Organización para las Naciones Unidas (ONU) y agencias intergubernamentales de todos los continentes. El informe aprovecha la experticia de primera clase de científicos especialistas en el clima, ecologistas, matemáticos, geógrafos, ingenieros, expertos en alimentación, ganadería y transporte, economistas, científicos sociales, profesionales de la salud pública y médicos.

El trabajo del Lancet Countdown se basa en décadas de investigación en este campo y fue propuesto por primera vez durante la Comisión Lancet 2015 sobre Salud y Cambio Climático, que documentó el impacto humano del cambio climático y ofreció diez recomendaciones mundiales para responder a esta emergencia de salud pública y garantizar los beneficios para la salud pública disponibles (panel 1).

Los cuatro mensajes clave siguientes se derivan del informe del Lancet Countdown 2018:

1 Los cambios actuales en las olas de calor, capacidad laboral, enfermedades transmitidas por vectores y seguridad alimentaria dan una alerta temprana del impacto múltiple y aplastante en la salud pública si las temperaturas continúan subiendo como se espera. Las tendencias del impacto, exposición y vulnerabilidades al cambio climático muestran un nivel inaceptablemente alto de riesgo para la salud actual y futura de la población en todo el mundo.

2 La falta de progreso en la reducción de las emisiones y en la capacidad de desarrollar adaptación es una amenaza tanto para las vidas humanas como para los sistemas sanitarios nacionales de los que estas dependen, y podría afectar infraestructura clave de la salud pública y desbordar los servicios de salud.

3 A pesar de estos retrasos, una serie de sectores han iniciado una transición hacia menores emisiones de carbono y es evidente que la naturaleza y escala de la respuesta al cambio climático será el factor determinante en dar forma a la salud de las naciones en los siglos venideros.

4 Garantizar un reconocimiento generalizado del cambio climático como uno de los principales problemas de la salud pública será fundamental para dar una respuesta acelerada, un reto al cual la profesión médica comienza a hacer frente.

Impacto, exposiciones y vulnerabilidad al cambio climático

La vulnerabilidad a temperaturas extremadamente altas ha aumentado de manera constante desde 1990 en todas las regiones del mundo. En 2017, se han visto expuestas a olas de calor 157 millones de personas más que en el 2000, y la persona promedio ha experimentado 1,4 días de ola de calor más al año durante el mismo período de tiempo (indicadores 1.1 y 1.3). En el caso de las economías nacionales y los presupuestos familiares, se perdieron 153 billones de horas de trabajo en 2017 debido al calor, un aumento de más de 62 billones de horas (3.2 billones de semanas de trabajo) desde el año 2000 (indicador 1.4).
Los efectos directos del cambio climático van más allá del calor e incluyen también fenómenos climáticos extremos.
En el 2017, un total de 712 eventos climáticos extremos resultaron en pérdidas económicas de 326 billones de dólares estadounidenses, casi el triple de las pérdidas totales en 2016 (indicador 4.1).
Pequeños cambios en temperatura y lluvias pueden modificar importantemente las condiciones idóneas para la transmisión de importantes enfermedades de transmisión vectorial o hídrica. En el 2016, la capacidad vectorial mundial de transmisión del virus del dengue alcanzó la cifra más alta registrada, aumentando a 9,1% para el Aedes aegypti y a 11,1% para Aedes albopictus sobre el nivel basal de la década de los 50. Si se presta especial atención a zonas y enfermedades de alto riesgo, la región báltica ha experimentado un aumento del 24% en las zonas costeras idóneas para la aparición de epidemias de Vibrio cholerae y, en 2016, las zonas montañosas del África subsahariana observaron un aumento del 27,6% en la capacidad vectorial de transmisión del paludismo en comparación con los datos de referencia de 1950 (indicador 1.8). Un indicador del posible rendimiento de la agricultura muestra un declive en todas las regiones, con países mostrando tendencias descendentes en el rendimiento y revirtiendo una tendencia de mejoras presente durante décadas (indicador 1.9.1).

Una productividad laboral en descenso, el aumento de la capacidad de transmisión de enfermedades como el dengue, el paludismo y el cólera, y amenazas a la seguridad alimentaria proporcionan una alerta temprana de consecuencias negativas para la salud y la nutrición cada vez más complejas si continúan subiendo las temperaturas.

Adaptación, planificación y resiliencia para la salud

La inercia mundial de cara a la adaptación al cambio climático persiste, y ha habido una reacción mixta de los gobiernos nacionales desde la firma del Acuerdo de París en el 2015. Más de la mitad de las ciudades del mundo encuestadas esperan que el cambio climático afecte seriamente la infraestructura de salud pública de manera directa, con eventos climáticos extremos que interrumpan los servicios esenciales, o indirectamente, con una mayor carga de enfermedades que desborde los servicios existentes (indicador 2.2).
A nivel mundial, el gasto destinado a la adaptación al cambio climático continúa muy por debajo del compromiso de 100 billones de dólares al año estipulado en el Acuerdo de París. Dentro de estos gastos anuales, solo un 3,8% del gasto de desarrollo total asignado a través de mecanismos oficiales de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se dedica a la salud humana (indicador 2.8). Esta baja inversión en la capacidad de adaptación resulta aún más acentuada en algunas regiones del mundo, con solo 55% de los países africanos que cumplen los requisitos fundamentales del Reglamento Sanitario Internacional en cuanto a la preparación para una emergencia de salud pública con peligros múltiples (indicador 2.3).

Mitigación del cambio climático y beneficios adicionales para la salud

Hay muchos ejemplos de iniciativas de mitigación del cambio climático estancadas, y uno de los marcadores esenciales de la descarbonización—la intensidad de carbona del suministro total de energía primaria— permanece sin cambios desde 1990 (indicador 3.1). Un tercio de la población mundial, 2.8 billones de personas, viven sin tener acceso a combustible o tecnologías para cocinar saludables, limpias y sostenibles, es decir, el mismo número de personas que en el año 2000 (indicador 3.4). En el sector transporte, la utilización per cápita de combustible para el transporte por carretera a nivel mundial aumentó un 2% de 2013 a 2015, y el uso de bicicletas constituye menos del 10% del total de los viajes registrados en la muestra internacional de ciudades (indicadores 3.6 y 3.7). La carga para la salud de dicha inactividad ha sido inmensa: hay personas en más del 90% de las ciudades que están respirando aire contaminado tóxico para su salud cardiovascular y respiratoria. De hecho, entre 2010 y 2016, las concentraciones de aire contaminado empeoraron en casi 70% de las ciudades del mundo, especialmente en los países de ingresos medios y bajos (indicador 3.5.1). Solamente en 2015, las partículas finas (es decir, las partículas atmosféricas de menos de 2,5 μm de diámetro [PM2,5]) fueron las responsables de 2,9 millones de muertes prematuras. El carbón fue el responsable de más de 460000 (16%) de esas muertes, y el número total de muertos (debido a otras causas, incluidas partículas y emisiones como las de óxido de nitrógeno) fue considerablemente más alto (indicador 3.5.2). Es preocupante que el empleo mundial en industrias de extracción de combustibles fósiles haya subido un 8% entre 2016 y 2017, y que, por lo tanto, se haya revertido el fuerte descenso visto desde 2011 (indicador 4.4). En un momento en el que los presupuestos de salud nacional y los servicios sanitarios se enfrentan a una epidemia creciente de enfermedades relacionadas con el estilo de vida, continuar retrasando el acceso a los posibles beneficios adicionales para la salud de la mitigación del cambio climático demuestra poca visión de futuro y resulta dañino para la salud humana.

A pesar de este estancamiento, los avances en los sectores de la producción de electricidad y el transporte son motivo de optimismo, y muchas de las tendencias positivas observadas en el informe 2017 continúan en el informe 2018. Importantemente, el uso del carbón sigue disminuyendo (indicador 3.2), y en el 2017 se introdujo más energía renovable que energía procedente de combustibles fósiles (indicador 3.3). Sin embargo, para mantener el aumento de la temperatura promedio mundial muy por debajo de los 2°C requiere transformaciones de gran repercusión en todos los sectores de la sociedad, incluidos la producción de
electricidad, el transporte, la infraestructura espacial, la alimentación y la agricultura y el diseño de los sistemas sanitarios. Estas transformaciones, a su vez, ofrecen herramientas para ayudar a abordar las causas subyacentes de los mayores retos de salud pública del mundo.

Economía y finanzas

Alrededor de 712 eventos relacionados con eventos climáticos extremos fueron responsables de 326 billones de dólares en pérdidas en 2017, casi el triple de las pérdidas en el 2016 (indicador 4.1). Significativamente, el 99% de las pérdidas en los países de ingresos bajos sigue
sin estar asegurado.

Los indicadores de inversión en la economía de baja emisión de carbono muestran que la transición ya ha empezado. Existe un crecimiento continuo de la inversión en energía con cero emisiones de carbono y un creciente número de personas empleadas en los sectores de las energías renovables (indicadores 4.2 y 4.4). Además, la inversión en nueva capacidad de carbón presentó las cifras más bajas en al menos 10 años en 2017, y podría haberse registrado un máximo en la inversión en carbón en 2015. Similarmente, las subvenciones dedicadas a los combustibles fósiles a nivel mundial han continuado disminuyendo, y la tarificación del carbono solo cubre el 13,1% de la emisión de gases de efecto invernadero mundial, aunque se espera que esta cifra aumente a más del 20% cuando la legislación prevista en China se aplique a finales de 2018 (indicadores 4.6 y 4.7).

Sin embargo, el aumento de las personas empleadas en las industrias de los combustibles fósiles en 2017 supuso la marcha atrás de una tendencia descendente presente en los 5 años previos y será un indicador al que convendrá seguir de cerca. 

Compromiso público y político

Un mejor entendimiento de las dimensiones del impacto en la salud del cambio climático permite prepararse con antelación, aumentar la resiliencia y adaptación, y priorizar las intervenciones de mitigación del cambio climático que protejan y fomenten el bienestar humano.
Con este fin, la cobertura de la salud y del cambio climático en los medios de comunicación ha aumentado considerablemente entre 2007 y 2017 (indicador 5.1). En línea con esta tendencia, el número de artículos sobre salud y cambio climático publicados en revistas académicas casi se ha triplicado en el mismo período (indicador 5.2). Estas cifras tienden a darse a continuación de importantes eventos internacionales, como la
Conferencia de las Partes (COP) de la CMNUCC, junto con subidas temporales cuando se menciona la salud y el cambio climático en el debate general de la ONU (indicador 5.3). Las olas de calor prolongadas en todo el hemisferio norte en el verano del 2018 podrían convertirse en un punto de inflexión en la sensibilización de la población sobre la seriedad del cambio climático.
En el 2017 se vió un aumento considerable en el número de asociaciones profesionales médicas y sanitarias que responden de manera activa al cambio climático. En los Estados Unidos, el Consorcio de la Sociedad Médica sobre el Clima y la Salud (Medical Society Consortium on Health and Climate en inglés) representa a 500000 médicos. Esta organización se origina tras la formación de la Alianza Médica sobre el Cambio Climático del Reino Unido (Health Alliance on Climate Change en inglés), que une a muchas de las facultades reales británicas de medicina y enfermería, junto con importantes instituciones sanitarias. Organizaciones como la Asociación Renal Europea—la Asociación de Diálisis y Trasplantes (European Renal Association— European Dialysis and Transplant Association en ingles) y el Servicio Nacional de Salud (NHS, National Health Service en inglés) del Reino Unido se han comprometido a contribución de las emisiones de su práctica clínica. El NHS logró una reducción del 11% en las emisiones entre 2007 y 2015. Varias organizaciones de la salud han liquidado o se han comprometedio a liquidar su participación en empresas de combustibles fósiles, incluidas el Colegio Médico Real Austral-Asiático (Royal Australasian College of Physicians en inglés), la Asociación Médica Canadiense (Canadian Medical Association en inglés), la Asociación Americana de Salud Pública (American Public Health Association en inglés) y la Asociación Médica Mundial (indicador 4.5).

Dado que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI, responder a esta amenaza y garantizar que dicha respuesta logre obtener los beneficios para la salud disponibles es responsabilidad de la profesión médica; de hecho, tal transformación no sería posible sin ella.

Avances hacia el cumplimiento de las recomendaciones de la Comisión Lancet 2015

La Comisión Lancet 20151 formuló diez recomendaciones mundiales para acelerar la respuesta al cambio climático y obtener los beneficios para la salud que podría ofrecer dicha respuesta. El panel 1 presenta un resumen de los avances realizados hacia el cumplimiento de estas recomendaciones en base a los indicadores de la Lancet Countdown de 2018. Esto se ve liderado a nivel mundial cada vez más por China, la Unión Europea y muchos de los países más vulnerables al cambio climático.